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Necesitamos alinear la regulación de la inteligencia industrial | Tecnología

Alphabet y Microsoft son dos de las compañías que más están apostando por la inteligencia artiifcial.
Alphabet y Microsoft son dos de las compañías que más están apostando por la inteligencia artiifcial.DADO RUVIC (REUTERS)

Nos encontramos en un momento histórico en el que, frente a el auge de la inteligencia industrial, existe un consenso generalizado sobre la falta de regularla. Pero, ¿cómo hacerlo correctamente? En la última plazo, el debate en torno a la gobernanza de esta tecnología ha cobrado impulso, multiplicándose las propuestas políticas. Un prospección nuevo de Stanford ponía cifras a la fiebre reguladora: desde 2016 hasta 2022, el mundo ha pasado de 1 ley sobre la materia a 37.

La presencia de la inteligencia industrial en los procedimientos legislativos de 81 países ha aumentado casi siete veces. España encabeza la letanía con 273 menciones, seguida de Canadá (211), Reino Unido (146) y Estados Unidos (138). Y eso sin contar que todavía equivocación por arribar una de las iniciativas de veterano impacto: la ley de inteligencia industrial europea. Lo que está claro es que hay un creciente interés en torno al impacto social de estas nuevas aplicaciones y un chillido generalizado reclamando límites que guíen su proceso. La carrera por regular ha comenzado y el mundo mira a las grandes potencias en sondeo de orientación porque una atomización de reglas que afectan a la tecnología más relevante de este siglo puede tener consecuencias indeseadas sobre casi todo, incluido el comercio internacional y la competitividad de los países.

Con el auge de ChatGPT y los primeros pasos con destino a la inteligencia industrial común (AGI), el debate técnico se centra en cómo asegurar que las máquinas no acaben tomando el control. En el mundillo, el alineamiento o alignment pretende hacer converger lo que se quiere que hagan los sistemas y lo que verdaderamente harán. Esta preocupación es la que ha llevado a científicos como George Hinton, a pedir que “si hay alguna forma de controlar la inteligencia industrial, debemos descubrirla antiguamente de que sea tarde” o incluso a investigadores de OpenAI a compartir sus temores frente a un expansión técnico que desalineado con los intereses humanos y los principios éticos.

Los que están desarrollando esta tecnología piden que se pare, pero curiosamente solo durante 6 meses, mientras que otras tantas destacadas investigadoras como Timnit Gebru afirman que más que una pausa lo que hace equivocación es regulación que refuerce la transparencia. El CEO de Google o Bill Gates ven esta propuesta poco experiencia para interrumpir los verdaderos problemas que presenta este avance a toda velocidad. Consideran que estamos frente al “avance más importante” desde la creación de los ordenadores y los móviles.

Aunque no hay una definición universal, se entiende por AGI como un sistema computacional capaz de hacer cualquier tarea humana y suscitar nuevos conocimientos. Sería más adecuado llamarlo GodAI. Casi un 40% de los expertos cree que podría suponer una catástrofe del tipo nuclear, por ello hasta el emprendedor más rumboso está pidiendo regulación. Sin confiscación, más que obsesionarnos con regular para contener poco que ya ha desbordado, deberíamos desplegar una conversación integral, no solo entre gobiernos, que permita revisar los incentivos que dan forma al propio expansión tecnológico y adoptar unos mínimos orientadores para los próximos primaveras. Una maraña regulatoria difícil de implementar y cumplir en plena desglobalización no parece ser la mejor alternativa

Para hacernos una idea de la complejidad de reacciones por parte de los reguladores frente a una aplicación tecnológica como ChatGPT solo tenemos que dar una reverso por los movimientos de las últimas semanas. China ha introducido un conjunto de normas para los servicios basados en inteligencia industrial generativa. La intención de Beijing, reportada por Reuters, es que las empresas realicen evaluaciones de seguridad antiguamente de que sus productos sean lanzados al mercado. Sus directrices ponen la responsabilidad en los proveedores, quienes deben asegurar la derecho de los datos usados al entrenar sus soluciones tecnológicas, así como implementar medidas preventivas que eviten la discriminación al crear algoritmos y al utilizar la información recopilada.

Italia decidió sitiar ChatGPT poco que fue a posteriori enmendado tras ajustes de privacidad por parte de la empresa. En esta tangente, el Comité Europeo de Protección de Datos (EDPB, por sus siglas en inglés) ha creado un familia de trabajo con todas las autoridades nacionales de protección de datos que anuncian cada día nuevas investigaciones sobre la empresa más popular del momento: OpenAI. ¿Es que fortuna solo hay un proveedor de estos grandes modelos de jerigonza? En contraste, países como el Reino Unido o la India han optado por evitar establecer regulaciones estrictas en esta etapa de descubrimiento. Parecen estar apostando por permitir que la tecnología evolucione autónomamente con vistas a desencadenar su propio pelotazo tecnológico que pueda impulsar sus economías.

Delante la complejidad de estrategias en los diferentes países, con intereses nacionales y corporativos variados, la idea de un ámbito unificado de regulación de la inteligencia industrial se vislumbra más como un sueño que una opción factible. ¿Qué alternativas hay en el medio? Una de las propuestas recurrente en los foros internacionales es la creación de una Agencia Internacional para la Inteligencia Industrial (IAI) integral, objetivo, que cuente con la orientación y la décimo de gobiernos, grandes empresas tecnológicas, organizaciones sin humor de rendimiento, el mundo culto y la sociedad. Mientras la gobernanza internacional estructura la conversación para arribar a un consenso sobre cómo avanzar en este punto de inflexión tecnológico, tal vez sería interesante refrescar las regulaciones existentes y, en aquellos nuevos desarrollos normativos, colaborar entre países para que sus planteamientos y requisitos estén alineados. Será la única forma de proveer su cumplimiento.

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Creditos a Lucía Velasco

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