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Chat Control o quién paga cuando un chiste privado acaba con un F-18 escoltando tu avión | Tecnología

Un estudiante de bienes londinense se va a Menorca con cinco amigos para celebrar el final de los exámenes. Antaño de entrar al avión, manda al rama privado de Snapchat una foto suya que dice: “Voy a detonar el avión (Soy miembro de los Talibanes)”. Cuando el avión está sobrevolando Francia, los servicios de inteligencia británicos transmiten la supuesta amenaza a sus homólogos españoles, que envían dos aviones militares para escoltar el planeo hasta la isla. Una vez allí, el avión estaciona en una zona alejada de la terminal y los viajeros son desembarcados uno a uno, identificados y sometidos a un rastreo de equipaje con perros y artificieros.

El estudiante es arrestado y duerme dos días en una celda, antaño de salir bajo fianza. Un año y medio a posteriori declara en la Audiencia Franquista, donde se enfrenta a cargos por un delito de desórdenes públicos. La fiscalía pide una multa de 22.500 euros y una indemnización de responsabilidad civil de 94.782 euros, la ejecución de los F-18. Este no es un caso de terrorismo, pero siquiera sobre los límites del humor. Es un ejemplo de lo que pasa cuando el exceso de vigilancia se suma a los sistemas automáticos racistas en un contexto de seguridad internacional.

Los riesgos de la wifi pública del aeropuerto

La fiscalía pide que se aplique el artículo 561 del Código Penal. Castiga a cualquiera que provoque la movilización de los servicios de policía, subvención o socorro con una falsa aviso de siniestro o amenaza. Pero Aditya Verma, como se pira el chavea, no publicó la foto en Twitter o en su cuenta de Instagram. La envió a su rama privado de Snapchat, y ningún de sus amigos lo compartió. Nadie de los receptores se creyó que Verma llevaba una bala porque todos subieron con él en el avión. Dice que lo hizo porque sus amigos bromean asiduamente a costa de su origen indio y su piel oscura.

Los peritos de la Urbano Civil que han revisado sus dispositivos encontraron conversaciones anecdóticas de WhatsApp sobre el conflicto entre Pakistán e India y las posibilidades de un atentado de Estado Islámico en esa zona, pero “no se observó ningún vínculo con el radicalismo ni con la intencionalidad de poner una bala, ni orquestarlo”. El hecho de que la inteligencia británica accediera a su chiste privado hace que el fiscal lo interprete como una comunicación pública. Y el servicio de seguridad anglosajón no dice cómo lo consiguió.

El fiscal da por hecho que la captura se hizo a través de la red wifi del aeropuerto y que se realizó de guisa permitido. Las dos premisas son interdependientes. Toda wifi aeroportuaria, incluyendo “Gatwick Airport Wi-Fi”, requiere un login donde se aceptan los términos y condiciones del servicio. Por ejemplo, que todas las comunicaciones serán abiertas y estarán sujetas a vigilancia por parte de agencias y autoridades por razones de seguridad. Los aeropuertos se consideran infraestructuras críticas y la monitorización de sus servicios públicos es una parte legítima de su logística de seguridad. Pero parece improbable que un universitario que usa Snapchat necesite la wifi del aeropuerto de su propia ciudad y es inútil que se conecte automáticamente sin querer. Incluso si lo hiciera, Snapchat tiene su propio protocolo de seguridad.

Antaño de Snowden, las comunicaciones de la red estaban desprotegidas, lo que facilitaba mucho la captura masiva de datos del Cuartel Normal de Comunicaciones del Gobierno Anglosajón y la Agencia de Seguridad Franquista de EE UU. Hoy la anciano parte del tráfico está secreto, gracias al protocolo llamado Transport Layer Security (TSL) y muchos servicios de transporte, como Signal o WhatsApp, están cifrados de extremo a extremo. Quiere afirmar que el mensaje sale secreto del teléfono que lo manda y es descifrado en el teléfono final, quedando protegido incluso en la wifi insegura o vigilada de un aeropuerto. Snapchat dice que “los Snaps (fotos) y los chats, incluidos los de voz y vídeo, entre tú y tus amigos, son privados: no escaneamos su contenido para crear perfiles o mostrarte anuncios. Esto significa que normalmente no sabemos lo que dices o publicas a menos que nos lo pidas”. Es posible que el Reino Unido sea ahora una excepción.

Juicio por desórdenes públicos a Aditya Verma (d) en la Audiencia Nacional en Madrid este lunes.
Sumario por desórdenes públicos a Aditya Verma (d) en la Audiencia Franquista en Madrid este lunes. BORJA SÁNCHEZ-TRILLO (EFE)

La privacidad pos-Brexit

Interpretar mensajes cifrados es posible, pero no lo puede hacer cualquiera. Hace descuido hardware específico para interceptar las señales wifi y software especializado para capturar los paquetes de datos que se transmiten a través de la red. Eso sería incompatible con “la publicidad necesaria” que requiere la aplicación del artículo 561 del Código Penal. En la estatuto estadounidense, se diría que Verma compartió su chiste con una “expectativa arreglado de privacidad”. En Europa esa expectativa no haría descuido, porque tenemos Reglamento Normal de Protección de Datos y derechos civiles. Pero la Inglaterra pos-Brexit no tiene los mismos estándares de protección del ciudadano. La Audiencia Franquista podría está juzgando a una persona en España con la legislatura de Reino Unido.

El pasado octubre, en Inglaterra entró en vigor la Online Safety Act, que obliga a las empresas a escanear los mensajes de los usuarios para cerciorarse de que no estén transmitiendo material ilegal, muy especialmente contenido terrorista o material de atropello sexual inmaduro. La ley no dice cómo hacerlo, pero no hacerlo podría tener responsabilidades penales para la aplicación. La única decisión sin romper el secreto es escanear los dispositivos de los usuarios para examinar los mensajes antaño de ser enviados.

Esa tecnología se pira client-side scanning, todavía conocido como Chat Control. Es posible que las autoridades leyeran el chiste de Verma y sobreactuaran. Es más probable que lo hiciera un operación espontáneo de la propia Snapchat, y se activara un nivel de aviso que justificara el despliegue sin que nadie pudiera explicar o constatar la razón. La Unión Europea está a punto de iniciar un trílogo sobre el Reglamento de la Comisión de la UE contra el Demasía Sexual De niño, que propone adoptar esa misma tecnología. Este caso es solo un pequeño ejemplo de lo distópica que puede ser su implementación.

El racismo de un operación anglosajón

Esta es mi teoría: un sistema de client-side scanning detectó palabras esencia —detonar avión, talibán— en un contexto sensible —aeropuerto— y, como el emisor era un indio de 18 abriles, disparó la aviso a un nivel que los servicios de inteligencia recibieron como alerta terrorista, sin tiempo de contextualizar. Siguiendo protocolo, transmitieron la alerta al Empleo de Defensa de España que, con el avión en pleno planeo y sin acercamiento ni tiempo para los detalles, decide lógicamente extremar las precauciones y asociarse el planeo hasta su destino. Una vez desmentida la amenaza, buscan al responsable que pague la cuenta.

Técnicamente, el aviso adulterado de la colocación de un artefacto explosivo la hizo el sistema, a posteriori de interceptar conversaciones privadas de un ciudadano anglosajón en suelo anglosajón y arriesgarse que un estudiante sin informes penales y pasión por el ajedrez es una amenaza yihadista plausible, por el color de su piel. Irónicamente, es el mismo ejemplo que provocó el chiste en primer ocasión. Hasta Defensa ha dicho que la multa debería pagarla el servicio anglosajón, y no Aditya Verma.

En ocasión de rastrear el sesgo de un sistema que debería ser corregido, teniendo en cuenta los casi dos millones de ciudadanos de la misma etnia que viven en Reino Unido, han preferido perseguir a la primera víctima del atropello: un adolescente que tiene tan asimilado el racismo de su entorno que se hace los chistes de terrorista antaño de que se los hagan los demás.

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Creditos a Marta Peirano

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