
Hacer una búsqueda de uno mismo en internet puede hacer que salten las alarmas: fotos antiguas de uno mismo, información procedente de cuentas, de servicios que se abrieron hace abriles y de los que ya no se tenía constancia, comentarios perdidos en blogs… Internet no olvida y una vez que se publica poco, se pierde por completo el control de la información. Por otro costado, las circunstancias personales y profesionales cambian, y esta información fuera de control en la red puede ser un arsenal de doble filo. Esto lo saben proporcionadamente los candidatos en política, cuando se hace necesaria una revisión y limpia de contenido caducado.
Cada vez resulta más habitual que alguno quiera esfumarse por completo de la red, de forma que al teclear su nombre, no aparezca absolutamente carencia. Puede ser por una sobrevenida conciencia de privacidad o por cuestiones laborales, pero que comercio de eliminar su información personal de Internet. Aunque… ¿Es verdaderamente bueno que no haya ni rastrillo de uno en internet? “A día de hoy, no tener huella digital es contraproducente, y eso genera cierta desconfianza”, explica Daniel López, director militar y cofundador de Youforget.me, una plataforma que se dedica a ejecutar la privacidad del legatario en internet. Este perito recomienda “ejecutar nuestro yo digital”, de forma que la información apto en la red sea coherente con el perfil de la persona “e inspire esa confianza”.
¿Es posible desaparecer por completo de internet? “Yo diría que no”, explica Alejandro Abascal, fundador de Remove Group, una empresa dedicada precisamente a borrar información personal de la web. “Hay muchos entornos en internet que son imposibles de controlar, como la dark web”, añade. No obstante, sí puede eliminarse “la gran mayoría del tráfico” relacionado con uno mismo; en este sentido, este perito afirma que las “nuevas legislaciones a nivel europeo” que están evolucionando para dar respuesta a esta penuria, como es “el derecho al olvido, el derecho al honor en internet o la ley de protección de datos”. Esta fuero protege al ciudadano “excepto que seas una persona notoria de interés notorio, en cuyo caso se choca con la confianza de información”.
En este segundo caso, la lista que separa el derecho a la privacidad y el de la información es muy fina y sujeta a interpretación, lo que genera “una polémica importante, generando uno de los grandes debates”, dice el perito, en materia de privacidad.
Borrar las cuentas inactivas
Para borrar todo rastrillo de la red se debe comenzar por lo más simple: borrar las cuentas inactivas de aquellos servicios que no se usen. Por desgracia y excepto que se conserve un registro pormenorizado de todo, la única forma de aflorar estas páginas es hacer una búsqueda propia en Google para descubrir el rastrillo de nuestra presencia en la red. La mala aviso es que no resulta siempre realizable eliminar la información personal y, de hecho, hay algunos sitios que hacen que sea prácticamente inútil eliminarla.
El directorio online JustDelete.me presenta las instrucciones de borrado de información para los principales sitios de la red, anejo con un excéntrico semáforo en el que se indica su nivel de dificultad. Como hemos liberal, algunos de ellos se muestran con el cartel de “inútil” adecuado a la cantidad de dificultades que presenta el proveedor del servicio.
Eliminar los perfiles en las redes sociales
Las redes sociales se han convertido en un gran repositorio de información personal, en el que, con un poco de tiempo y paciencia, se puede dibujar un perfil de la persona y su actividad simplemente hilando sus publicaciones. Quien desee acaecer al deportación en la red y controlar su información, deberá considerar la completa matanza de sus cuentas. Facebook estuvo en el ojo del huracán y se convirtió en el objetivo de una campaña que invitaba a sus usuarios a borrar sus cuentas, adecuado a la masiva filtración de datos que tuvo lado en el caso Cambridge Analytica.
El gran problema reside en que, no solo la información que se publica en redes ofrece una gran información personal sobre el legatario de la misma, sino que por otra parte nunca se poso. “Nuestra memoria seguirá presente una vez hayamos fallecido”, advierte Daniel López, “y es fundamental ejecutar estas redes, eliminando aquellos en desuso o que no nos representan”.
Solicitar la matanza
En Internet manda la inmediatez: uno se da de incorporación en un servicio y disfruta del mismo al instante. ¿Sucede lo mismo cuando lo que pretende es darse de herido del mismo? Dependerá del servicio, pero la respuesta militar es que no. Y hacer el camino a la inversa resulta, si no tortuoso, inútil en algunos casos. Pero no queda otra que recorrerlo. Lo primero que debe hacer alguno que desee desaparecer por completo de la red (o por lo menos, resultar irrelevante de cara a los buscadores), es hacerse una búsqueda a uno mismo en Google e ir apuntando en aquellos sitios en los que se aparece.
Lo mejor en estos casos consiste en consumir un servicio de almacenamiento de hipervínculos como Pocket o Instapaper en los que ir almacenando las distintas webs en las que aparece nuestro nombre. ¿Con qué objetivo? Para solicitar uno a uno la matanza de los datos. Los proveedores de servicios “tienen un plazo de treinta días” para resolver una demanda de matanza de datos, como apunta Alejandro Abascal, “si es una gran plataforma, son quince días más de plazo de respuesta”.
En el supuesto de no sobrevenir respuesta por parte de los servicios que alojan nuestra información personal, el paso sucesivo consiste en “solicitar la matanza a los propios buscadores”, recomienda Abascal. Si se cierra la contraseña del agua, se acaba con la inundación, aunque no verdaderamente: “Los buscadores solo tienen la obligación de eliminar el nombre”, con lo que fotos, vídeos y demás memorias permanecerán visibles y en los servidores de las empresas que denieguen la matanza de la cuenta.
“Boicotear” a los que se niegan
Como hemos agudo con prioridad, no siempre los servicios atienden la solicitud de matanza de los datos, con lo que toda la información del legatario permanece visible en la red de forma casi permanente. En este caso, la máxima de “si no puedes con tu enemigo, únete a él” se aplica en toda su extensión: el sucesivo objetivo consistirá en confundir a los buscadores empleando sus propias artimañas. En lo que se conoce como infosuicidio, lo sucesivo que puede hacer un legatario desesperado puede ser satisfacer la web de referencias suyas vacías.
¿Cómo? Creando páginas con el nombre de uno con un contenido neutro, que ni comprometa ni aporte información. Como posibilidad alternativa, incluso sirve modificar nuestro nombre y hacerlo ininteligible en los servicios rebeldes que niegan el derecho del legatario a desaparecer.
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Creditos a José Mendiola Zuriarrain
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