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Visiones, alucinaciones y contradicciones: la resurrección de Jesús explicada por la ciencia

La fe cristiana, en sus diferentes vertientes, es la más numerosa de la humanidad y en estos días se celebra la Pascua de Resurrección, en el día en que según la creencia, Señor resucitó de entre los muertos al tercer día de ser crucificado.

La Santa Pascua se celebra en todo el mundo de diferentes maneras según los usos y costumbres, y es una de las celebraciones más importantes, inmediato con la Navidad, para la fe cristiana.

Pero ¿qué dice la ciencia de aquella resurrección? ¿Cómo pudo aquel profeta sionista, que se decía hijo de Jehová, activo resucitado de entre los muertos, retornar a conversar con sus apóstoles y finalmente ascender a los cielos? El vademécum de los milagros, Lo que positivamente sabemos acerca de los sorprendentes fenómenos de la religión, escrito por el investigador y periodista Carlos Orsi y publicado por Eudeba intenta develar estos misterios y encontrarle una explicación científica, que probablemente escandalice a los creyentes, pero echa un yacimiento de claridad a las contradicciones que relata la Antiguo Testamento.

El vademécum de los milagros

Del Capítulo 5, titulado “La resurrección”, anticipamos un fragmento que explica científicamente qué pasó en aquel domingo, cuando Cristo, según la lema, pudo mover la piedra de su sepulcro y se le presentó a sus apóstoles.

(…) los relatos de la resurrección, teniendo en cuenta la Carta de Pablo y los cuatro Evangelios canónicos, son casi tan contradictorios entre sí como los de la navidad. No hay acuerdo sobre si la tumba estaba abierta o cerrada; si Jesús apareció primero delante una o más mujeres, delante los discípulos o delante Pedro. Ni hay consenso sobre la primera aparición delante los apóstoles: si ocurrió en Jerusalén (Lucas y Juan) o en Galilea (Mateo y, en consecuencia, Marcos). Siquiera se sabe si el Cristo resucitado era un cuerpo de carne y hueso, que necesitaba cascar la tumba –o hacer que un hechizo la abriese– o un ser espiritual, capaz de atravesar la piedra.

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En 2004, el teólogo e historiador tudesco Gerd Lüdemann publicó los resultados de una extensa investigación, The resurrection of Christ: a historical inquiry (La resurrección de Cristo: una indagación histórica). Lüdemann analizó no solo los textos canónicos, sino igualmente otros documentos de los comienzos del cristianismo que solo sobrevivieron en forma de fragmentos, como el llamado Evangelio de Pedro. Y concluyó que la “tradición de las apariciones”, en las que el Cristo resucitado es conocido por apóstoles u otros fieles y que pueden ser comparadas a la entrevista de un hechizo o de un aparición, y la “tradición de la tumba vacía”, que cuenta el descubrimiento de la tumba desocupada, surgieron de forma independiente una de la otra. “Con el tiempo, las tradiciones de la tumba y de las apariciones fueron tornándose cada vez más cercanas, hasta que la naturaleza de los relatos originales de las apariciones se volvió irreconocible”, escribe Lüdemann. El historiador continúa diciendo que los registros remanentes sugieren que las apariciones eran, originalmente, experiencias subjetivas, como visiones o alucinaciones.

Lüdemann concluye que las visiones de Cristo luego de la crucifixión ocurrieron originalmente en Galilea, no cerca de la tumba o en la ciudad de Jerusalén, y que probablemente comenzaron como una reacción psicológica de Pedro a la crimen de Jesús, en una mezcla de tristeza y falta por activo inútil al profesor –como se describe, por ejemplo, en Marcos 14:72 y Mateo 26:34–. El investigador compara la experiencia con la de los viudos que muchas veces todavía imaginan ver u oír la voz del cónyuge muerto, pero en un contexto de shock y sorpresa mucho más robusto.

Gerd Lüdemann sostiene que la crimen de Jesús no solo habría sido abrupta e inesperada para sus discípulos –que contaban con la presentación inminente del Reino de Jehová–, sino que los habría privado de una fuente incalculable de estabilidad emocional y de apoyo psicológico: al final de cuentas, para seguir a Jesús, los apóstoles habían dejado a su tribu, su profesión, la religión –la forma ortodoxa del sionismo– y la propia sociedad en la que vivían. De repente, se encontraron cara a cara con la dura ingenuidad de la cruz y fueron obligados a mandar el impacto emocional provocado por la crimen de Cristo, por otra parte de encontrar una interpretación aceptable para los hechos del Calvario. (…)

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Creditos a Carlos Piro

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