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Momias resucitadas y ciudades antiguas: el problema con los ‘fakes’ históricos creados con inteligencia fabricado | Tecnología

Una publicación en Twitter con imágenes de “reconstrucciones de figuras históricas”, entre ellas, la presunta cara de una momia guanche, hechas con inteligencia fabricado, ha generado mucha polémica. Tanta, que una semana posteriormente el autor del tuit volvió a republicarlas, pero esta vez explicando que se trataba de una reconstrucción “no fiable”. Había usado Midjourney, una de las plataformas capaces de crear una imagen a partir de una frase, y algunos arqueólogos e historiadores levantaron la bandera roja para advertir de los riesgos que suponen para el conocimiento cultural. Según dicen, las reconstrucciones del patrimonio hechas con inteligencia fabricado (IA) crean fakes históricos, reducen el trabajo estudiado a un clic, refuerzan estereotipos y regatean los derechos de autor.

Pablo Aparicio, dueño de una empresa que realiza reconstrucciones virtuales en 3D o 2D del patrimonio, detalla que su trabajo combina los conocimientos históricos y la antropología, con las diferentes técnicas de documentación, para resistir a mango una reconstrucción fiable de riqueza arquitectónicos, obras de arte y yacimientos arqueológicos. Un solo plan puede resistir varios meses de esfuerzo, aunque trabajen en él varias personas.

Para rehacer un castillo, por ejemplo, Aparicio explica que primero se hace un escaneado láser o fotogrametría digital de los restos de la propia construcción. Con una “almohadilla geométrica perfecta”, se plantea la hipótesis arquitectónica del edificio con programas informáticos como Blender u otro software 3D. “Empezamos a hacer las hipótesis en colaboración con arquitectos y arqueólogos que nos van marcando todos los pasos. Les enseñamos los avances y ellos nos dicen, por ejemplo, si los muros serían más altos o más bajos, si se ve de otra modo, dónde hace error un tejado. Nos dan detalles de cómo tenemos que avanzar”, afirma el fundador de esta compañía, PAR Arqueología y Patrimonio Supuesto. “Es un trabajo que tiene que ser muy preciso y concreto. Tenemos que atender siempre a las modificaciones que nos planteen aquellos que nos los encargan”, prosigue.

El primer problema de las reconstrucciones hechas con IA generativas, tal y como argumenta, es la error de concreción. “Por mucho que le pidas en un prompt [el comando] admisiblemente escrito que te diseñe un castillo de determinada modo, es inútil darle todos los detalles para que te haga poco preciso”, añade Aparicio. Las imágenes resultan muy llamativas, atractivas, y funcionan muy admisiblemente en las redes sociales. Al fin y al mango, pese a lo atún, se negociación de una representación mentirosa, pero con una sensación de credibilidad que lleva a la confusión. “Entregan una imagen que parece auténtico o parece que podría ser auténtico. Y ahí está el veterano problema. Ayuda mucho a transmitir en redes los fakes históricos, que no tienen ausencia de estudiado, pero que pueden parecer ciertos”, dice el arqueólogo e historiador.

Impresión licuadora

La causa es la propia naturaleza de este tipo de tecnología, que utiliza como insumos unos bancos de datos desconocidos, que muchas veces se negociación de cualquier cosa que circula por internet. El resultado final es una mezcla de todo lo que está en fila. “Las inteligencias artificiales tiran de lo que es más difundido. El Coliseo no lo van a representar reconstruido ni completo, como estaba en la decrepitud, sino que te lo van a representar en ruinas, como está en la ahora, y eso igualmente es totalmente incorrecto”, subraya Aparicio.

Reconstrucción facial de una mujer de origen canaria hecha por la empresa PAR – Arqueología y Patrimonio SupuestoPAR

Alberto Venegas, profesor de Historia y doctor por la Universidad de Murcia, sostiene que la función principal de esas herramientas es la recombinación, por lo que reafirman estereotipos y perpetúan impresiones erróneas sobre el pasado. “No es siquiera remotamente parecida al pasado, solo una combinación masiva de todas las imágenes, sin importar el origen, la intención ni quién la ha hecho. Es la perpetuación de mitos o de imágenes que son ya lugares comunes que estamos muy acostumbrados a ver en los medios”, subraya.

Para ejemplificarlo, Venegas cita la “impresionante representación” de la ciudad de París durante la Revolución Francesa a través de las lentes de una cámara GoPro que igualmente circuló con éxito en redes. A su querella, “cualquier historiador” vería que París en esas imágenes no es el París de la Revolución, sino el del segundo imperio y de la tercera República. Sin incautación, en el imaginario colectivo, hay utensilios que “suenan a París”, tales como techos de pizarra, chimeneas, grandes puertas, edificios de piedra y grandes avenidas. “El París del siglo XVIII no era así, es más tarde cuando se hace una serie de reformas en la ciudad. De la misma modo, sale la bandera francesa coetáneo, que no es la misma de esa época”, añade.

“La IA ha cogido todo aquello que pueda resultar verosímil, que nos haga pensar en la revolución francesa, que hemos trillado en la televisión, en los videojuegos, en las series y películas. Yo lo llamo pasado mediático y memoria estética, que efectivamente nos hace suponer esa época, pero que efectivamente no los es”, explica Venegas por teléfono.

¿Sería posible usar IA para rehacer el patrimonio de modo verosímil? Venegas sugiere que sí. “Si las alimentan con los datos adecuados, podrían acercarse a las reconstrucciones que hacen los expertos”, afirma. Para ejemplificarlo, el profesor recuerda un plan llevado a mango por el ejecutante de diseño Bas Korsten con la Universidad Tecnológica de Delft y el Museo Rembrandthuis, en Países Bajos, que reunió 170.000 fuentes visuales de la obra del pintor holandés Rembrandt. Al procesar este tira de imágenes, la máquina fue capaz de crear una obra de arte casi perfecta, siguiendo el estilo y la pincelada del actor.

La reconstrucción inteligente genera polémica igualmente en el campo de los derechos del autor, puesto que se apropia del trabajo de miles de fotógrafos, ilustradores, diseñadores y artistas. Mientras sigue abierta la discusión de si es un plagio, las herramientas tienen la superioridad de no estar reguladas.

Aunque Venegas y Aparicio critican la reconstrucción del patrimonio con este tipo de herramientas, los dos coinciden en que son avíos en pequeñas etapas del proceso tradicional, como nominar texturas de superficies y otros acabados. Asimismo, en la formación educativa. “En el colegio, en el instituto o en la universidad, podrían utilizarlas para hacer actividades de consejo, de crítica o para dialogar sobre distintas imágenes, de distintos pasados, para extraer conclusiones. Son herramientas positivas de cara al proceso educativo”, concluye Venegas.

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Creditos a Emanoelle Santos

Fuente

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