Hay una pantalla de cine en mi mesa: así son las lentes para trabajar en el metaverso | Tecnología

Según escribo estas líneas, las veo proyectadas en una pantalla hércules que flota frente a mí. Tengo otras dos ventanas desplegadas, una con notas y otra con el correo electrónico. Las tres forman una especie de gran mural digital a toda resolución que solo yo puedo ver y que, por sus dimensiones, sería ficticio de configurar en la oficina o en casa. Más allá de esas pantallas, lo que tengo en mi campo de visión es lo diario: veo mi mesa y las ventanas y despachos de la redacción; además las miradas curiosas de los compañeros. Llevo puestas las Meta Quest Pro y no pasan desapercibidas. Escribo desde el metaverso y, contra todo pronóstico, resulta ser cómodo.
Desde que Mark Zuckerberg anunció su envite por el metaverso, la industria tenía claro que la vía de entrada a ese nuevo mundo sería la verdad mixta, la mezcla del entorno efectivo con modelos digitales en 3D. Por dos motivos. En primer oportunidad, porque es más intuitiva: no se pierde el contacto con la verdad, lo que ayudará sobre todo a las generaciones que no se han educado entre videojuegos. Y, en segundo oportunidad, porque es más sencillo incorporar pinceladas digitales en nuestro entorno que desarrollar todo un mundo 100% aparente que resulte atractivo.
Los grandes impedimentos para que esta idea triunfe son el precio y la parafernalia que implica. La verdad mixta es una lectura más sofisticada de los hologramas de La Desavenencia de las Galaxias, por así decirlo, solo que hace yerro unas lentes especiales para ver esos fundamentos digitales. Las Quest Pro son las primeras que introducen la verdad mixta de forma solvente. Es cierto que ya no son como un casco, sino que parecen más perfectamente una especie de lentes de esquí de diseño. Pero todavía no hemos llegado a que sean unas lentes como las de ver, aunque ese es el objetivo de Zuckerberg.

Las Quest Pro se lanzaron a la cesión por 1.800 euros. Si perfectamente recientemente han bajado a los 1.200, su precio las excluye automáticamente del gran sabido. Ha sido una audacia consciente: tal y como explicó Mark Rabkin, vicepresidente de Reality Labs, la empresa de Meta que ha fabricado las lentes, en una reunión con periodistas en la que participó EL PAÍS, la compañía cree que puede nacer a predicar sobre las bondades del metaverso mostrándole sus bondades a las capas profesionales. El maniquí precedente, las Quest 2, se vende a 450 euros y convivirá con la lectura descubierta.
Tras varias semanas de prueba, la conclusión es que estamos frente a poco diferente y con mucho potencial. Puedes poner frente a ti, encima de la mesa, un planisferio digital de una ciudad que parece una maqueta hiperrealista y ampliarlo o reducirlo de forma que el Big Ben sea como una botella o como un armario. Puedes manipular y alterar un diseño en 3D, ya sean los planos de una casa o el apunte de un producto, y si tienes un compañero además pertrechado con las Quest Pro, él además lo ve y puede interactuar con el maniquí. Puedes ayudar una reunión aparente con cierto cuyo alteración aparece a tu flanco. Puedes recrearse a videojuegos en los que monstruos gigantescos se meten en tu casa.
Esta tecnología tiene mucho repaso para profesiones creativas y en la industria del entretenimiento. Para cierto que usa el ordenador para escribir y consultar internet, no es tan perfeccionador. Más allá de la comodidad de disponer de pantallas gigantes y de que, pulsando un capullo, puedes dejar de ver tu entorno efectivo (la redacción en mi caso) para trasladarte a una cabaña en el bosque, un idílico paisaje con cascadas o una temporada espacial. De repente, el bullicio se transforma en calma. La muchedumbre sigue pasando a tu más o menos, pero desaparece de tu perspicacia, aunque las bromas se intensifican.
Un dispositivo más manejable
La verdad aparente lleva décadas entre nosotros. Los cascos de verdad aparente con los que empezó todo se han sustituido por unas lentes, o visores, que siguen siendo grandes, pero cada vez más manejables. El brinco de las Meta Quest 2 a las Meta Quest Pro es evidente: las segundas son congruo más pequeñas y cómodas. El pesado liga anterior de las gafas se ha pequeño considerablemente, adoptando el tamaño y aspecto de una especie de lentes de esquí. La peroles de las lentes se ha colocado en la parte trasera del visor, compensando el peso y consiguiendo que al torcer la inicio no parezca que llevamos un casco de cosmonauta, como pasa con otros visores. La autonomía es de entre dos y tres horas.
Técnicamente, por otra parte del tamaño, las Quest Pro son mucho mejores que las Quest 2 y superiores a cualquier otro visor adecuado ahora mismo en el mercado. La resolución es cuatro veces más nítida y colorista que en las Quest 2. La sensación de mareo al quitarse las lentes desaparece, gracias en parte a una tecnología que difumina ligeramente la calidad de la imagen que no queda estrictamente en el punto focal para no aturdir al beneficiario.
Todavía hay mucho repaso para miniaturizar estos dispositivos; de hecho, muchos analistas aseguran que hasta que no se consiga desarrollar lentes parecidas a las que usan los miopes, el metaverso no despegará del todo. “Para que la verdad aparente ámbito un potencial adecuado, tenemos que montar al punto en que los 200 millones de personas que cada año compran ordenadores para trabajar puedan hacer al menos parte de sus tareas incluso mejor en el metaverso”, dijo Zuckerberg el año pasado.
Las Quest Pro son un ordenador en sí mismas. Tienen su propio CPU y se manejan con dos mandos, una especie de joystick que además hacen de puntero láser. Las lentes se pueden conectar por Bluetooth a un teclado y un ratón para trabajar. Todavía a un ordenador si, el software que se usa va más allá del paquete Office o de programas que corran online.
En el apartado de la privacidad, las lentes incorporan nuevos sensores, como el inspección lente y facial, que permiten entender dónde miramos, cómo reaccionamos y trasladar los gestos de la cara a los avatares. Una información muy sensible que habrá que cumplir a buen recaudo.
Puedes seguir a EL PAÍS Tecnología en Facebook y Twitter o apuntarte aquí para aceptar nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
Creditos a Manu González Pascual
Fuente